viernes, 29 de junio de 2012

UNA PEQUEÑA MIRADA AL CAMINO.

Fue el verano de 1991, y nacía un proyecto ilusionante que haría cambiar los cimientos de la Semana Santa de nuestra Ciudad Real. Vino envuelto entre el mágico revuelo de flagelos, que a nada llegarían ante el Consuelo precioso de una Madre, que había llegado antes que nosotros para darnos aliento y fuerza para la revolución…Y vaya si la hicimos.
Llegó la Cuaresma, y un joven e inexperto capataz, se ponía por vez primera detrás de un paso para corregir los sutiles movimientos de aquella trasera de lujo… mis taquitos de jamón.
Ese fue mi bautismo en el arte de mandar pasos. Aun recuerdo la primera vez que me puse al mando, cuando mi Reina del Consuelo pasó por vez primera la Plaza Mayor a los sones de Amargura…Por nadie en el mundo me habría cambiado.
Después vinieron años…muchos años de Bondad, de flotar un barco de oro para el Pescador de Hombres y hacerlo con la solvencia necesaria; pero ese libro si Dios quiere, aun no está cerrado.
También hubo Soledad, alguna Gloria y como no…NAZARENO.
Perdí la cuenta de los cientos… quizás miles de chicotás, las cuales tuve el honor de hacer sonar el martillo de mis pasos. Cientos de costaleros he tenido el privilegio de haberles mandado en el duro trabajo de llevar al Hijo de Dios o a Su Bendita Madre; a todos ellos les guardé y les guardo el respeto y la admiración por lo que hacen.
Ahora que han pasado veintidós años desde que aquella primavera del 91 comenzara mi servicio a las cofradías desde el privilegiado y responsabilizado puesto de capataz, solo puedo decir muy alto…MUCHAS GRACIAS, y sobre todo a Ti, Señor de la Ciudad, NAZARENO, que en estos últimos años me has enseñado a limpiar mi alma y mirar a la vida cofrade con ojos nuevos.