sábado, 6 de abril de 2013

LO QUE PUDO HABER SIDO... Y CASI FUE.

No se presagiaba una plenitud de los sentires de lo que tanto se ha esperado para vivir. Y es que el cielo no dejaba lugar a dudas de que esa plenitud no alcanzaría cotas de altura por lo numeroso de lo expresado por las calles.

Y aun así nos dejó disfrutar lo nuestro, nos dejó demostrar que aunque sigamos maltratando al Hijo de Dios, y aun más, matándolo año tras año, nosotros, los cofrades,  con el respeto que nos caracteriza, celebramos que… por lo menos, sabemos lo que hacemos. Sabemos que en esa penitencia, en esa entrega, en ese esfuerzo disimulado y con el arte con lo que hacemos esto, tenemos claro que en la expresión plástica del Drama Sacro, está toda nuestra Fe, toda nuestra devoción y todo nuestro amor a ese NAZARENO, y a Su Bendita Madre.

Y después de ponernos en la prueba de ayunar los sentires, con privarnos de las marchas de Virgen de los Reyes, y dejarnos huérfanos del arte de las suaves mecías y de los andares de miel, en ese Domingo de Pasión en el que el SEÑOR DE LA CIUDAD, se pasea envuelto entre la multitud que le aplaude, le reza y le venera en una ciudad entregada a ese derroche de arte y sentimiento.

Pero para consuelo nuestro llegó Sevilla, y llegó la Estrella, y llegó el SEÑOR DE LAS PENAS, poniendo aromas a vieja Triana, a alfareros gitanos que bajan hasta San Jacinto desde la Cava, impregnando todo el puente de Isabel II, San Pablo, Rioja y el resto de Sevilla con el arte que Manuel Vizcaya manda a su gente, y ésta le responde con los andares de tronío de buenos costaleros trianeros. Que arte, y que poderío tiene la Hermandad de la ESTRELLA, y que haciendo gala de ser VALIENTE, hizo de un Domingo de Ramos que se nos escapaba entre aguaceros, una tarde y una noche inolvidable.
 

Pero se acabó Sevilla y llegó de nuevo ese día que reluce más que el sol, ese JUEVES SANTO morado, que dio una tregua al cielo, y a las siete de la tarde salió de la puerta de las monjas ese Cristo que, rodilla en Tierra, va derramando Su Gracia, Su Poder y Su Bondad a toda Miguelturra.

Y que andares más flamencos, y que vueltas más perfectas, y que mecías más buenas y que arte el de esa cuadrilla de leones que se crecen ante el castigo, como fiel reflejo de la nobleza de su estirpe. Pronto, casi como un suspiro llegó de nuevo a la vera de la Estrella, y allí dejamos a sus pies la ofrenda de amor y de raza de la gente costalera del Rey de la Plazuela, gente de una vez, que saben y pueden.
 

Casi sin tiempo para asumir y hacer nuestro lo sucedido, llegó la media noche y con ella EL SEÑOR DE LA CIUDAD, el NAZARENO, el que cargado con la cruz nos invitó calladamente a seguirle para dar testimonio del poderío y la casta de la gente del Señor. Dos saetas rompieron la noche, como un lamento de dolor, ante nuestro majestuoso Cristo ¡Qué guapo iba el Señor con Su Túnica bordada!.

Y andó como sólo los suyos son capaces de andar, con esa cadencia amorosa al alcance de muy pocos, dando esas revirás de compás aliviado, para luego volver a salir rotundos y valientes, poniendo la emoción en el corazón de la gente que a esas horas de la noche salen a llenarse del poso de la esencia cofrade.
 

La noche murió pronto, porque la luna, celosa de tanto encanto decidió llorar y refrescar el camino del Señor. Llovieron lágrimas de amor moradas de una cuadrilla que volvió a demostrar que con su racheo ellos son la perfecta música del silencio.

Acabó todo; sonó fuerte el martillo del ¡AHÍ QUEÓ!. Poco a poco arrió el paso, y desde ese momento ya estamos todos soñando con una nueva Semana Santa envuelta en los compases de Virgen de los Reyes, en los andares flamencos de los leones del Rey de la Plazuela y en volver a ver la cara preciosa del NAZARENO iluminada por la celosa luna que este año se echó a llorar. 

No hay comentarios: